miércoles, 8 de febrero de 2012

Espero, Mario Benedetti

Te espero cuando la noche se haga día, 
suspiros de esperanzas ya perdidas. 
No creo que vengas, lo sé, 
sé que no vendrás. 
Sé que la distancia te hiere, 
sé que las noches son más frías, 
Sé que ya no estás. 
Creo saber todo de ti. 
Sé que el día de pronto se te hace noche: 
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices, 
sé que soy un idiota al esperarte, 
Pues sé que no vendrás. 
Te espero cuando miremos al cielo de noche: 
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días 
en los que un beso marcó la despedida, 
Quizás por el resto de nuestras vidas. 
Es triste hablar así. 
Cuando el día se me hace de noche, 
Y la Luna oculta ese sol tan radiante. 
Me siento sólo, lo sé, 
nunca supe de nada tanto en mi vida, 
solo sé que me encuentro muy sólo, 
y que no estoy allí. 
Mis disculpas por sentir así, 
nunca mi intención ha sido ofenderte. 
Nunca soñé con quererte, 
ni con sentirme así. 
Mi aire se acaba como agua en el desierto. 
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro. 
Mi esperanza de vivir eres tu, 
y no estoy allí. 
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás, 
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti? 
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí. 
Porque todas las noches me torturo pensando en ti. 
¿Por qué no solo me olvido de ti? 
¿Por qué no vivo solo así? 
¿Por qué no solo...

Ítaca

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.